Todo le pasa.


Pierde los nervios con facilidad, y bajo presión es débil como una polilla. Para Itziar es todo un logro recordar que cenó anoche. Vive sola en un piso de estudiantes, pero aun así jamás ha sabido organizarse. Con pasos cortos pero rápida, vá de un lado a otro preguntando a la gente. Por eso cuando algo se ha perdido en la universidad, Itziar es la dueña perfecta.
Aunque lleve esas graciosas gafas de pasta mal graduadas, siempre se sienta en la primera fila y mira la pizarra como deszifrando un jeroglífico.
Denota intentos por rectificar comprandose agendas, o caminando mas despacio para no ser ella como siempre la que se cae por la escalera, o la que se mancha comiendo, pero aún asi, todo le pasa a ella.
La semana pasada acompañó a una amiga a comprarse ropa interior a una centrica tienda de Bilbao. La llamó minutos antes de acabar las clases, por eso aún llevaba esa mochila de montañero con gomas. Tras pasarse mas de media hora aconsejando a su amiga, y después de haber pagado la compra, salían justo de la tienda cuando la dependienta pegó un grito y empezó a reirse sin control. Itziar y su amiga se giraron para ver que pasaba, y descubrieron que eran ellas el foco de la risa. Itziar llevaba siete bragas con su percha enganchadas de la mochila.

Cuando la necesidad aprieta.



Edgar que iba a saber que a unos cien metros unos chicos quemaban un contenedor. Por eso seguía allí sentado, charlando con dos amigos en un banco sobre sus historias a media voz.
La escena se llenó de ruidos y sirenas hasta que un coche de policías les localizó. Salieron dos tipos uniformados con andares de titán que encajaban perfectamente en el prototipo de poli bueno y poli malo. Con un tono medio les ordeno silencio mientras consultaban a través de su walkie. Edgar supo que su amigo estaba nervioso, lo supo al ver sus sospechosos temblores y sudores fríos.
-¿Asier, que te pasa?.-Le pregunto aprovechando la distancia con el policía.
-Es que...no puedo más.
-¿Que ocurre?
-Me estoy cagando.-Contestó justo antes de que Edgar expulsase aire sin poder contener su risa.
-Esta bien, -dijo un segundo policía dirigiéndose de nuevo a ellos. -Sacad todo lo que tengaís en los bolsillos y enseñadme las manos, probablemente tendréis que acompañarme, han quemado un contenedor y estamos investigando.
-Perdone señor...-dijo Asier con los ojos abiertos como platos.
-¿Que ocurre chico?-Contesto el poli bueno.
-¿Podría...podría usted...podría acompañarme a cagar?.

El policía se quedo más blanco que el escote de una religiosa, compaginando miradas a su compañero incrédulo y al chico, intentando adivinar si aquello se trataba de una broma o de una verdadera necesidad.
-Por favor.-Contestó Asier apretando su esfínter como evitando una catástrofe.
-Anda venga, acompáñale mientras cacheo a estos dos.-Le encomendó su compañero con sonrisa vengativa.
Pocos metros mas allá, tras un muro Asier bautizaba la anécdota, mientras al otro lado el policía bueno esperaba confiando que no se tratase de una encerrona.
-Perdone señor...
-¡Que ocurre ahora coño!-Contestó exprimiendo su paciencia.
De nuevo Edgar vio acercarse al policía sin Asier, creyendo que todo lo que su amigo había hecho había sido un truco para escaparse. Caminaba lentamente y mirando al suelo como derrotado. Subió las escaleras que lo separaban del grupo, y solo cuando aseguro que su mirada estaba a la altura de las demás preguntó titubeante.
-¿Alguien tiene un pañuelo?

La Fausta


-Con una mano delante y otra detrás. -Repite cuando nos cuenta como llegó aquí.
-Vivíamos casi treinta en un caserío, pero allí todos cuidabamos de todos. Dormíamos tres en cada cama, y muchas veces tu abuelo tenía que quedarse durmiendo para que le lavase la única ropa que teníamos. Compramos unos abrigos a plazos, y poco a poco fuimos juntando unas "perras" para compramos esta casita, que no es gran cosa, pero para nosotros y tu madre era más que suficiente.

Empezó a trabajar de niña, cuidando cerdos a un ganadero del pueblo, pero la cosa cambió, y tras la guerra tuvo que arriesgar lo que no tenía y huir en busca de trabajo. Consiguió que sus hermanas viviesen junto a ella en este pueblo, y sin darse cuenta observó que la familia crecía; Su hija se casaba y tenía nietos.Mientras los criaba, acogió en su casa a un primo abandonado por sus hermanos, y a una sobrina maltratada con sus cuatro hijos.
Con la juvilación, descubrió una nueva vida y unos nuevos paisajes. Viaja por España y parte del extrangero sin temor y algo de dolores en las piernas. Y a la vuelta nos cuenta orgullosa como compartió hotel en Praga con los Rolling Stones, abofeteo y retuvo a un trilero que robo a su marido en Benidorm, o su desayunó con Jesus Gil en Marbella.
Mañana mi abuela Fausta cumple años como buena flor de mayo. Y aunque no sepa leerlo, es utópico e imposible escribirle algo a su altura. Felicidades abuela.

De pandereta.

Más aferrados a su camisa blanca de cocodrilo que las ladillas a Carmen de Mayrena, están orgullosos de haberse conocido destellando sus gominas en una de esas importantes salas de Pacha, por eso los amigos se han juntado hoy con una causa en común: escuchar y aplaudir a su presi en su nuevo mitin, y levantar a unisono uno de esos carteles en los que pone "Jóvenes de Rajoy", el nuevo y sometido lema.
Papá prefiere ver desde casa como su querido Fidel sigue sus pasos de buen Español y atiende las absurdeces del señor del gran cargo y la dicción de párvulo. Sabe que su pequeño Agag pronto conocerá a una de esas niñas de diadema y parentescos que levantará su apellido y formarán una familia como Dios manda. Para así poder ir los sábados a una de esas multitudinarias manifestaciones, y con suerte salir en Tele-Madrid al lado de Espe, una más de esta familia de trepadores, que ondean su patria porque ellos han tenido suerte de llegar holgados a fin de mes.
Mientras tanto los demás a oír en los medios sus replicas de oposición, porque ahora, sin vergüenza ni memoria, saben la solución para el problema vasco incluso con prejuicios, la corrupción inmobiliaria, los inmigrantes o las gestiones internacionales, pero no así de mantenerse callados para no añadir a la apariencia, la certeza de que los más radicales visten corbata.

Por la cara bonita


Si importante y efectivo es el viento nacionalista cantábrico, más aún es aquel que azota sospechosamente la península ibérica de cabo a rabo, y que es capaz de combatir con garantía contra cualquier otro soplo que se precie. Me refiero como no al viento monárquico, que a modo de tifón sacude hispania especialmente en tiempos de prosperidad y alegría por el nacimiento de la nueva infanta Sofía, una nueva candidata a robar las cotizaciones de los españoles sirviéndose pañales por doquier para después defecar en ellos y recordarnos con alevosía que ella es otra Borbón y que ahí va su truño.
Y ahora se observa más cercana la posibilidad de un cambio constitucional para asegurarle a su hermanita la sucesión a la corona. En mi opinión deberían esperar a su desarrollo, pues los parentescos de la pequeña no es que sean muy prósperos; No hay más que observar a la primogénita de los actuales monarcas y a su Marichalar, al que aun hoy hay que colorearle los cubiertos para que los distinga y no coma sopa con tenedor en palacio, que esta muy mal visto según "nuestro querido" Peñafiel. Y que decir de la hija de estos, una perfecta candidata a posar en las meninas de Velázquez tras un bonito perro postrado. Demos pues las gracias, a que esta opción de cambio en la orden de sucesión (masculina y machista) no se haya producido hasta ahora, puesto que sinó España habría de amparar económicamente (que lo hace) patrimonios tales como la trenza de la infanta Elena, o las muletas de su querido.
Aunque sea así, con Don Felipe y Doña Leticia, las ancianas de España podrán presumir de un candidato guapete que nunca tuvieron en casa. Y las madres de España encontrar en Leonor y Sofía los nombres que llevaban buscando toda su vida para sus hijas. Habrá que esperar a la educación de las pequeñas, porque con los vientos que corren es difícil explicarle a una niña que gogó no es una profesión respetable para infanta, por mucho que le “mole” el trance o los barbitúricos. Y sobre todo que no se comporten como una golfa de palacio, que para eso ya reinó Isabel II.