Askatasun 29: El diluvio.


Las terrazas con dos palmos de agua. Salía el agua por la puerta hacia la escalera de la comunidad en torrente. Aunque mi visión comercial haya hecho plantearme si aprovechar el manantial y embotellarla para su venta, finalmente he subido desde el quinto agarrándome a la valla de la escalera. La dueña de la terraza calada hasta los huesos, y el vecino del sexto riñéndola. Su camisa, sus pantalones de pinzas y la permanente de su querida intactos.
Mientras colocaba todas las toallas que tenía en la puerta de la terraza a modo de dique, se creaba una reunión paralela de vecinos en el exterior. Al parecer su estatus era más alto que el nivel del agua. En la terraza, aún siendo 29 viviendas, solo estabamos cuatro: la dueña de la terraza, su novio, una amiga mía y el menda.
Cuando la lluvia hubo mermado, bajo la atenta mirada de los vecinos de enfrente, seguimos echando agua con cubos hacia la calle, cuando una loca bajó gritando por la escalera que el ascensor estaba en llamas. Su escaso razonamiento, pero suficiente para su coeficiente intelectual, es que el ascensor esta subiendo y bajando, y que olía a quemado. No se si el olor se debía a algún esfuerzo extra en su cerebro, pero una vez más las señoras, siguieron con la entrepierna seca, y tuve que bajar a llamar al técnico.
Me asomé al balcón y el único olor era de comida. Todos comían tranquilamente mientras por la escalera de sus casas se podría bajar en piragua. No se si es que soy el gilipollas de la comunidad, y si es normal que la gente sea indiferente a estas cosas por no mojarse la camisa, pero desde luego que si mi educación hubiese flaqueado un poco, quizás hubiese animado la reunión cambiando el achique de agua a la calle, por cubazos de ácido nítrico a sus caras.
Dos horas más tarde, apareció el Señor Cuesta. El típico "enterado", diciendo que menos mal que ha llegado él para desatascar el desagüe. Mi vecina, consciente de que el morado de mis labios había ido adquiriendo un tono verduzco al oir aquello, me ha invitado a abandonar la escena, porque sino en la comunidad de vecinos, esta vez la derrama iba a ser de otro tipo.
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Nota mental: No llegaron ni los bomberos, ni el agua a las casas, ni la sangre al río, por ahora. En caso de accidente, eviten meditar excesivamente o especular.

Todo a un eulo.

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Como el imperio Starbucks en Estados Unidos, es volver de vacaciones, y darse cuenta de que aquí la colonia es otra bien distinta: son bajitos, montan tiendas en diez días, venden productos baratos en precio y caros en eficiencia, y encima aunque esta vez no hayas venido a robar, los que miran con ojos de continua sospecha son ellos; los chinos.
Gracias a un benéfico convenio entre países, que exime a estos a pagar impuestos municipales durante un periodo de cinco años, ahora los chinos pueden venir a nuestros pueblos, elegir los locales mejor situados, y montar otro gran bazar donde vender artículos copia sin certificados de calidad. Una vez transcurrido este tiempo, solo hay que elegir otra lonja, y repetir el proceso.
Puede que sean esos carteles azules luminosos con letras chinas, o las porcelanas de la puerta lo que conviertan a estas tienduchas en consulados donde aplicar sus propias leyes. Porque por muchas patrullas municipales que se paseen por delante, ninguna avisa a los bajitos que hoy de nuevo vuelven a exceder el horario comercial, o que es ilegal anunciar en sus escaparates que "Aquí se liberan móviles y chips de PS2".
Por muy bien que nos vengan esas servilletas a última hora, o el típico regalo para la prima en navidades, empiezo a sospechar de que por muy amarillo que nos lo pinten con sus caras redondas, sus ensayadas sonrisas y su cara de no entendel, algo oscuro esconden en la trastienda, donde dicho sea de paso duermen muchos de ellos cuando ya deciden que es hora de dormir y cerrar del todo los ojos.
Lo que mas me sorprende de todo esto además de su perfecta dicción diciendo "un euro, gracias", y de los fajos de billetes que asoman por el bolsillo del patriarca, es como los ayuntamientos permiten que se colonialice el comercio de un pueblo favoreciendo a estos indultados de hacienda, capaces de subsistir estando incluso tres iguales en una misma calle. Y aunque pueda sonar en mi línea alarmista, puede que algún Septiembre de estos, vuelva a Euskadi, me encuentre un cartel de Chinatown, y que mirando hacia abajo por la calle vea a familias mandarinas paseando el dragón para celebrar el año de la rata. Porque os aseguro que como algún día se les ocurra nacionalizarse y organizarse para algo más que para vender porquerías, hay votos para varios escaños.
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Nota mental: Empiezo mi boicot hacia los todo a cien. Ni un solo eulo.

¿Donde está el pony que me prometisteis?


Ya ha pasado un año desde que decidí abrirlo y dedicarle anécdotas. Para mí fue como una pared en blanco escondida en un callejón, por la que de vez en cuando pasaba gente a la que no conocía y algún interés les hacía pararse y dedicar tiempo a las experiencias de un chaval de veinte años. Como lo hacen los columnistas cuando publican, no esperaba provocar respuestas a los que por aquí pasaban, ni tampoco intuí esa especie de comentario trueque para ganar visitas en las que una persona halaga tus escritos para recibir un igual. Pero como en la vida real, acabas profundizando y conociendo a ciertas personas, y sintiendo que sus comentarios son fruto del interés o del "algo que decir" y no del peloteo bloggero que todos hemos sufrido. Es ahí cuando entras en un círculo que no has elegido por su apariencia, edad o costumbres como se haría en la vida real, sino por inquietudes, curiosidad, aficiones o cultura.
Fruto de esas casualidades que te arrastran a dicho círculo conocí al desaparecido Pacoelflaco, que acababa su carrera en mi universidad y en su blog, y que sentenció el espadachín Malatesta en su último post. Con Malatesta como con Carogalu comparto aficiones como la pintura y muchos pensamientos. Más tarde conocí a Yedra, y leí escritos que por mi conformidad con ellos podría haberlos escrito yo. Aun con el coche encerado arrancaba de nuevo sus viajes por Madrid Simpulso, al que poco después le dieron el premio bloggero por el que todo el mundo hace campaña. Todos los lunes la gente se agolpaba en un blog respondiendo preguntas de sí mismos, y entonces descubrí a Miada que invitaba a pasar con ella mil y una noches, también junto a la luna de Timimi. Entre sus comentarios me paré en la pared de Ismo o la de Beaumont, mayores que yo pero con gran experiencia y algunas discrepciones políticas.
Como si estudiase fuera y supiese que en el instituto había una chica con nombre de mi tierra, me acerque a Nekane, y enseguida note su transparencia, y cogí cierto cariño masoquista. Abir le conocía, y además compartían características, ya solo su imagen apaciguaba a cualquier fiera. No era la única del instituto; por estos anchos pasillos paseaba Rosa y sus duendecillos, Modes Amestoy y sus ricos platos o Alberto con sus cascos a todo volumen escuchando a los Straits con la guapísima Iraia en brazos. Alberto conocía de buena tinta a Darkhorse, al que aprecio por haber compartido sus sensaciones, a veces tan amargas como un pomelo. O Rïzer, ese amigo sarcástico al que siempre me acabo acercando.
Jal o Adrianofanés me impresionaron ya de primeras por lo que escribían y como lo hacían, y se que de ellos tengo mucho que aprender. También del divertido Ejecutivo agresivo, con sus paranoias bélicas de fin de semana, o de las fotografías de Alfman.
Gracias a la instalación de cables que hizo Colón cuando descubrió (o tiranizó) América, ahora puedo leer a Tierragramas y sus impresionantes cuentos, los momentos excitantes de Omega, las aventuras de Cristian Fieiras, las rimas de Fer o la dulzura de Tamarablue.
Nota mental: Mi prueba de fuego fue superar que tipos que se visten de toreros y se hacen y publican fotografías semidesnudos, un día se parasen en el blog y se sintiesen identificados.