La voluntad.

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Con solo 8 años, tenía las manos plagadas de verrugas hereditarias. Tras varios tratamientos preventivos sin éxito, la curandera fue el último recurso.
Sus sospechosas dotes no la dejaban vestir normal, por eso escondió sus hombros bajo una mantilla negra y entró en casa sosteniendo un maletín como el de los médicos a domicilio. Además puso normas; entró en el salón y avisó a mis padres de que solo ella y yo podíamos pasar y asistir a aquel ritual. Me cubrió los ojos con un pañuelo morado que sacó de aquel bolso y me ayudó a acomodarme en el sillón. Pasó su mano cubierta de hiervas de intenso olor por mi frente y mis manos, y me hizo sostener unos ramilletes de algo parecido al tomillo.
No entendía nada de lo que decía. Me limitaba a permanecer callado mientras que aquella mujer susurraba rezos en latín y daba vueltas alrededor de la mesa. En cada vuelta, acercaba su dedo índice a mis manos y dibujaba una cruz. Cuando acabó aquella liturgia me dijo que tenía que quemar las plantas que mantenía.
Salió del salón y saludó a mi madre que con la cartera en la mano preguntó cuanto era.
-La voluntad.-Contestó ganándose el favor de mi madre.
Nuestra voluntad, tres mil pesetas. La suya, dos candelabros de plata que se "escondió" en el maletín.

La del perfume veneno.

Como deseosa de 40 años de venganza, con el wonder-brá amenazando la respiración y la mirada altiva, solo le falta su fusta para dominar a los hombres más que a su situación. El reflejo de mujer fatal con feminismo por discurso, y desengaño como excusa. Víctima de su propio perfil de consumista egoísta y compulsiva, ahora se siente retribuida por una publicidad que apoya sus ganas de comerse el mundo empezando por su sueldo en cosméticos.
Utiliza su estrenada libertad para olvidarse de hipotecas y vengarse en el maltrato con maltrato. Nunca vi en un gigoló un superhombre, como nunca veré el mundo por montera en una promiscua mantenida, por mucho que sostenga un martini entre sus dedos y se queje a sus amigas por la insatisfacción sexual provocada por un estúpido marido que no sabe combinar.

Esas Mata Hari convertidas a la vida Bechkam y educadas en el rencor, no han conseguido ni un solo derecho para la mujer, sino desviar una igualdad de sexos que promulgan otros y otras con menos medios y más obligaciones que mantener la fachada arrogante que tanto se aplaude por inercia mas que por mérito.
Nota Mental: Por algo repitió Sabina en su estribillo que hay mujeres fatal.

Tributo.

El baño del caballo
Oskar Santamaría
(Original Joaquin Sorolla)
2000, Óleo sobre lienzo
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Fué el primer pintor que descubrí, y mi primer cuadro. Sería la luz de aquellas playas Valencianas de principios del XX la que me impresionó tanto como la de Hopper y su solitaria América. Siempre se aprende algo cuando empiezas haciendo tributo a uno de los grandes.

Karaoke overkill


-O cantáis bien o fuera de aquí!-Replicó la camarera con gesto rencoroso.
-Perdona, pensábamos que estábamos en un karaoke, ya sabes, donde la gente puede cantar mal.-Respondió Pablo como buen anfitrión de la noche.
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Aun no entiendo porque no nos dejaron cantar y eclipsar al espectante público con versiones hardcore de Nino Bravo o Laura Pausinni. O por qué bajaron el volumen cuando cantábamos "Entre dos tierras" de los Héroes. Tuvimos que renegarnos a escuchar a un sudamericano a destiempo, y a su fornida novia con la mano en la oreja a lo Juan Luis Guerra, desafinando orgullosa de su voz; el típico perfil de rechazada de casting que llora en la trastienda diciendo que le han roto su sueño.

Nota mental: ¿Por qué todos los que cantan serios en los karaokes, y no son borrachos ni son japoneses, encajan en películas de Tarantino?