Inspiración


Inspiración, hasta entre dos líneas en blanco,
tendido en algún flanco hasta encontrarte en mi cortejo.
No es cuestión de ser más viejo para intuirte entre la brisa,
siempre has sido un ser tan rápido y fugaz como mi prisa.
.
Reconócete funesto si alimentas de silencio.
Sé que soy sin ti tan necio como lo eres tú ermitaño.
Espero no volverme extraño, aunque en tu casa ya no viva,
te has convertido en algo más que para mi voz la saliva.
.

Ambulante en ocasiones, entregado cuando inspiras.
Qué difícil si me esquivas, lograr de ti un aliento.
Para mí no te pretendo, ni te asumo si en mi fijas,
Siempre has sido sigiloso y tan discreto que ni avisas.
.
Vago ser que en la penumbra continúo buscando,
ahora que estoy trabajando y ya no peco de incesante
Reconozco mi molestia, solo era por preguntarte:
¿Por qué siempre te escondes si te acabo encontrando?
.

NOTA MENTAL: Siempre has sido un ser tan caprichoso como quien te pretende.

Sobre el café y mi cabeza.


"Es importante el café, sobre todo para mi cabeza, que siempre es la más liada.
¿Sabíais que nuestro cerebro contiene un universo de diez mil millones de neuronas y mil millones de circuitos?. Sólo ocupa mil quinientos centímetros cúbicos, y ha escondido un océano negro, desconocido. Siempre falta luz.
Pero es un generador de desorden, así que comete muchos errores. Además es una máquina que hace ruido, aunque el ruido mental no se oye ¿no?, como el polvo cósmico, que yo nunca lo he visto. ¿Vosotros?"


Tierra, Julio Medem

NOTA MENTAL: ¿No me gusta el café o es que prefiero mantener mi cabeza liada?.

La bien pagá.


Agáchese para saludarla, señor agricultor, como marca el protocolo. Inclínese como lo hacían las abuelas de la homenajeada intentando alcanzar esa bragueta que añadiese patrimonio en herencia.

Me avergüenzo de los pobres, que trabajan desde el alba y para la Alba; el ser que más temo en mi pasillo de madrugada.

Cayetana mantiene sus valores, que no sus pechos, en alza incluso en crisis. Esa, que pudo hacer lienzos para Velásquez y panderetas al resto de la corte con las pieles sobrantes de sus frustradas operaciones estéticas, prefiere mantenerse tan pasiva hacia su país como una bonita yegua a las cargas de su purasangre. La diferencia es que en este caso la yegua no es bonita ni alfabeta, solo noble por derecho añadido y consentido por las subvenciones de nuestra querida Comunidad Europea.
Este señora, perdón de antemano a quien así se considere, recibe anualmente 1,8 millones de Euros provenientes de los fondos agrícolas Europeos, exenciones fiscales varias por ser propietaria de 34.000 hectáreas heredadas de tierra, y cumplidos del resto de esas personas y gobiernos que intentan educar a sus hijos en el valor del sacrificio y el trabajo.

Me avergüenzo de los pobres, que trabajan desde el alba y para la Alba; porque es más barato avergonzarse de un pobre que admirar a un rico.


NOTA MENTAL: No se escoge donde se nace, pero si ser un mal nacido.

Conocer a Monet


No articula palabra, pero cinco kilómetros más alante detiene su coche frente a un bar con nombre francés. Nada más entrar empiezo a sentirme protagonista de un lienzo de Eduard Hopper, uno de esos en los que poder detener la vista en las paredes, en el que las sombras cobran realidad y la luz emana por los cristales como temerosa de estar encerrada entre cuatro tabiques.
En un tono bajo suenan canciones de un vinilo de Edith Piaf que gira allá en la esquina donde el camarero charla con dos señores de la policía gendarme.
Las paredes de color violeta contrastan con la escayola blanca del techo, y rebosan de copias en lienzo de cuadros de un tal Edgar Degas. El ambiente es algo clásico, pero me siento en un lugar distinguido.
Al fondo y en una pared que mira hacia la entrada del local, cuelga un lienzo enorme, de colores azules sin fuerza y con un pequeño pero visible destello rojo en su parte superior.
Impresión, sol naciente de Claude Monet.—me dice Martín dándose cuenta que lo estaba observando. —Uno de los cuadros más bonitos que he visto en mi vida. Pintado sobre el río Sena... si señor, sobre un bote que pagó con los pocos ahorrillos que reunió tras la muerte de su padre. En París... allá por el mil ochocientos setenta... —asiente ahora con la cabeza como si estuviese en el mismo museo. —Quien le iba a decir a él que sería el creador del impresionismo...

—Bonjour monsieurs, qu'est-ce que vous prenez?
—Je voudrais deux cafés au lait, s'il vous plait.

—¿Por qué sabes francés?
—Ocupa esa mesa, que ya se ha librado.

Enfrentarlo y afrontarlo.

Silba, y hasta canta, porque ya se las sabe todas. Aún así nunca cambia de emisora. Solo él espera al lunes, porque en la radio renuevan canciones y despeja esa rutina que le salva.
En un golpe de desgracia perdió a su madre por la enfermedad maldita, y semanas más tarde volvió a romper el otro apoyo de esa silla que aún se mantenía firme con tres patas; su novia, con la que iba a casarse, tuvo un accidente.
Encontró el consuelo y el cariño trabajando como monitor con niños discapacitados. Cuentan que un día se quedo dormido con ellos mientras les contaba cuentos en una tienda de campaña, como uno más. Pero sufría al separarse de ellos y devolvérselos a sus padres recordándole de nuevo, lo que podría haber sido.
Solo una rutina podía salvarle y hacerle olvidar el tiempo solo. Fué la carretera, esa que se llevó lo que más quería, y que ahora, arrepentida, le ayuda a olvidar. La mira a diario, enfrentándose a ella aunque parezca que solo traslada universitarios. Y le silba, porque es un valiente.

NOTA MENTAL: Hay a quien el lunes le endulza la amargura del domingo.

Y yo, en el otro vértice.

Con las ventanillas bajadas, y el Bad de Michael Jackson a tope animamos la operación salida. Allí estábamos, siguiendo la tradición, los cuatro;

Albur, el conductor, el de rastas. Un tío noble que siempre tiene todo planificado. Con el tiempo se ha convertido en el que pone orden. Le encanta hacerse fotos, los juegos de rol, la electrónica y los kebabs. Odia el fútbol.

A su lado el eterno copiloto Jabi, su obsesión por la conducción le viene por ser hijo de profesor de autoescuela. De profesión informático, es quizás el más loco y divertido, también el primero en emborracharse. Le gusta la música y tocar la guitarra, el fútbol, cocinar con especias y llamar la atención. Odia el peine.

Atrás, a mi lado, asomando su cabeza entre las maletas: Simón, estudiante de ADE. De aspecto tímido, no se le conoce vergüenza. Es reservado, impulsivo, diplomático y buen amigo. Aunque es Navarrico, su obsesión siempre fue el athletic y todo lo que le rodea, incluido el bocata-purito en San Mamés. Le gusta comer, incitar a Jabi, bailar Sarandonga, y decir lo de "esto no lo voy a olvidar nunca".

Y yo, en el otro vértice.

Apenas llegamos a aquel cuchitril de albergue en Salamanca y ya habíamos cambiado de planes. Aunque Toledo era la primera propuesta, improvisamos y tomamos rumbo a Portugal; hacia Oporto. Por suerte encontramos la pensión barata que necesitábamos para invertir el dinero en comida típica.

Oporto es vieja, y pobre, con el modelo de expansión europeo. Pero ver desde lo alto el río Douro lo hace especial; también sus costumbres, su gastronomía, y quizás haber sido el marco de este gran viaje.



NOTA MENTAL: Las ganancias de Portugal por venta de toallas, se han convertido en pérdidas para las cadenas de hoteles.

Despedida.


Sabía que algo faltaba en la película de Alex de la Iglesia. Alguien que merodease por la escalera, con su gorra azul cubriendo su calva y su demencia, que además tuviese un cargo de responsabilidad. La realidad supera la ficción, y la figura del Señor Cuesta, a no ser que sea víctima de un Show de Truman, es tan real como la obesidad y los desfalcos de su mujer, la administradora.

Señor Cuesta sin embargo es disciplinado, madrugador y muy dado a las costumbres. Su pequeño tamaño y su cobardía distintiva le privan del cara a cara, y le ayudan a despertar para vengar su opinión el día después de una junta, y bajar a los garajes, donde agujerea las ruedas de los que discrepan.

Su señora, por decir algo, es casi tan ambiciosa como envidiosa. Para asegurar su actividad en el cargo realiza obras sin consultar, que al parecer añaden tanto valor a la vivienda que tememos que algún jeque árabe nos soborne para comprar el edificio. El cargo de la limpieza, que mi madre realiza desde hace quince años sin ningún seguro, estaba fuera de su alcance, por lo que lo quiso renovar por una compañía. No ganó la moción, sin embargo tardó poco en bajar al garaje y acuchillar la moto de mi hermano.

Para su desgracia, un vecino fue testigo, y con miedo a ser la siguiente víctima, no pudo más que dejar un anónimo acusando al Señor Cuesta, y poniendo nombre a la denuncia interpuesta. Conoce demasiado la sala de interrogatorios municipal, como para que esta vez le temblase la voz al renegar su autoría.

Su mujer, a la que llamaremos Señora Oronda es quien piensa. Mientras tanto preparaba presupuestos de compañías que rebajaban tanto el servicio, como el horario y el sueldo a las limpiadoras. Lógico será entonces que el gasto total anual fuese menor, tema principal de la siguiente asamblea.

Preparó una votación secreta en la que por ahorrar dinero los vecinos aceptaron el sacrificio de la limpieza del portal, despidiendo finalmente a mi madre sin indemnización alguna. No fué así con la continuación de la administradora, donde decidieron que siguiese con su cargo, por cobrar legalmente menos que un administrador de fincas y ante posibles venganzas de su querido.

Ahora Señor Cuesta y Señora Oronda, tienen vía libre para contratar la empresa de limpieza que les asegure una comisión particular, y seguir divagando por el portal con los bolsillos sonando metálico.

NOTA MENTAL: Aunque el pueblo conozca los hurtos y comisiones del patrón, su miedo hace que prefiera sacrificar su trabajo para mejorar su economía.

Autoayuda con dolor.


Iba siendo hora de que me librase de ellas. He preferido tomarme mi tiempo para pillarlas desprevenidas y perseguirlas en cada momento del día para acosarlas y apartarlas por fin de mi vida. Las he asesinado antes de que fuesen mis pequeñas manías las que me matasen a mí.

Se hacía casi ridículo esperar aquel minuto de rigor después de sacar el desayuno del microondas antes del primer sorbo. No entrar y salir de casa al menos dos veces sin asegurarme que el grifo del baño pequeño estaba cerrado, seguir bombeando sangre a mi cabeza cuando hacía recuento de cosas en mis bolsillos ante la menor sospecha de pérdida, o abandonar lo que acabé llamando manías ritual. Manías pre-examinales, entre las que se incluye la cara de asesino en serie dedicada a todo aquel que intentase robar mi asiento de autobús, dos filas tras de la puerta trasera, estratégicamente situado para tomar la curva en caso de emergencia. O aquella de meter a solas en casa los bolígrafos en el estuche en un orden determinado.

Puede que hoy, se convierta en el día en el que pude servirme agua en un vaso húmedo, volví a leer el periódico desde la portada y no desde atrás hacia adelante, o apunté con la alcachofa de la ducha a la coronilla; causante, y esto si que no puedo dejar de creerlo, de la mayoría de calvas fraile de los treintañeros de este país.

Aún es pronto para colocar los libros con los textos de las solapas enfrentados, poner la zapatilla derecha en la posición del zurdo antes de dormir, meter alguna tijera o sucedáneo en mi habitación en horario nocturno, torcer algo los cuadros, o dejar algún cajón abierto. Supongo Doctor, que la terapia de shock llevará su tiempo.



NOTA MENTAL: Los testigos de mi famosa estampita de exámenes, abstengan sus comentarios.

Famositis.


¿Donde están los que se escondían para la foto?, ¿donde, la ilusión del revelado?. Desapareció, como todo lo que desapareció en los jóvenes y ahora que lo soy echo de menos. Se esfumó esa esperanza de compartir vocación y ganas, de no caer en ilusionismo cuando jugase a la ambición de ser conocido por tu trabajo, y no por tus delitos.

Aprovechar los medios ya no es una herramienta de desarrollo, sino encontrar un nuevo formato que desgraciar, y todo por una sola razón: la autopromoción a cualquier precio.

Ahora, atribuir la imagen de una persona a una noticia no conlleva un juicio personal sobre la acción, sino una simple exposición y una captura facial de ser protagonista de algo, y convertirse en un icono a elogio o crítica; tratados como éxito por igual.

Y los mas vulnerables son muchos de estos jóvenes, a los que se les ha echo ver, que el éxito personal reside en lo que cada formato aplica como audiencia. Estos legionarios de la fama encontraron en internet el soporte perfecto para que otras personas les conociesen, y como lo hicieron sus mayores, descuidaron el contenido y se aferraron al "que hablen de mí aunque sea para bien". Ahora cuelgan videos en internet pegando a indigentes, ancianos o minusválidos; haciendo carreras ilegales y maltratando a sus compañeros de clase grabando sus palizas. Solo para ser objetos de visita, y esperar que su ego aumente con el contador.

En este aspecto, aunque me niegue a confesarlo, me rindo. Entender que la era digital promociona al subnormal ha sido tan difícil como sentirse raro hablando del futuro.

NOTA MENTAL: Hoy por hoy solo una cosa es capaz de juntar en una mesa a un pijo heredero, un punky metalero y un desfasado discotequero: una bolsita de marihuana con el mensaje "Carpe diem".