Enfrentarlo y afrontarlo.

Silba, y hasta canta, porque ya se las sabe todas. Aún así nunca cambia de emisora. Solo él espera al lunes, porque en la radio renuevan canciones y despeja esa rutina que le salva.
En un golpe de desgracia perdió a su madre por la enfermedad maldita, y semanas más tarde volvió a romper el otro apoyo de esa silla que aún se mantenía firme con tres patas; su novia, con la que iba a casarse, tuvo un accidente.
Encontró el consuelo y el cariño trabajando como monitor con niños discapacitados. Cuentan que un día se quedo dormido con ellos mientras les contaba cuentos en una tienda de campaña, como uno más. Pero sufría al separarse de ellos y devolvérselos a sus padres recordándole de nuevo, lo que podría haber sido.
Solo una rutina podía salvarle y hacerle olvidar el tiempo solo. Fué la carretera, esa que se llevó lo que más quería, y que ahora, arrepentida, le ayuda a olvidar. La mira a diario, enfrentándose a ella aunque parezca que solo traslada universitarios. Y le silba, porque es un valiente.

NOTA MENTAL: Hay a quien el lunes le endulza la amargura del domingo.