Despedida.


Sabía que algo faltaba en la película de Alex de la Iglesia. Alguien que merodease por la escalera, con su gorra azul cubriendo su calva y su demencia, que además tuviese un cargo de responsabilidad. La realidad supera la ficción, y la figura del Señor Cuesta, a no ser que sea víctima de un Show de Truman, es tan real como la obesidad y los desfalcos de su mujer, la administradora.

Señor Cuesta sin embargo es disciplinado, madrugador y muy dado a las costumbres. Su pequeño tamaño y su cobardía distintiva le privan del cara a cara, y le ayudan a despertar para vengar su opinión el día después de una junta, y bajar a los garajes, donde agujerea las ruedas de los que discrepan.

Su señora, por decir algo, es casi tan ambiciosa como envidiosa. Para asegurar su actividad en el cargo realiza obras sin consultar, que al parecer añaden tanto valor a la vivienda que tememos que algún jeque árabe nos soborne para comprar el edificio. El cargo de la limpieza, que mi madre realiza desde hace quince años sin ningún seguro, estaba fuera de su alcance, por lo que lo quiso renovar por una compañía. No ganó la moción, sin embargo tardó poco en bajar al garaje y acuchillar la moto de mi hermano.

Para su desgracia, un vecino fue testigo, y con miedo a ser la siguiente víctima, no pudo más que dejar un anónimo acusando al Señor Cuesta, y poniendo nombre a la denuncia interpuesta. Conoce demasiado la sala de interrogatorios municipal, como para que esta vez le temblase la voz al renegar su autoría.

Su mujer, a la que llamaremos Señora Oronda es quien piensa. Mientras tanto preparaba presupuestos de compañías que rebajaban tanto el servicio, como el horario y el sueldo a las limpiadoras. Lógico será entonces que el gasto total anual fuese menor, tema principal de la siguiente asamblea.

Preparó una votación secreta en la que por ahorrar dinero los vecinos aceptaron el sacrificio de la limpieza del portal, despidiendo finalmente a mi madre sin indemnización alguna. No fué así con la continuación de la administradora, donde decidieron que siguiese con su cargo, por cobrar legalmente menos que un administrador de fincas y ante posibles venganzas de su querido.

Ahora Señor Cuesta y Señora Oronda, tienen vía libre para contratar la empresa de limpieza que les asegure una comisión particular, y seguir divagando por el portal con los bolsillos sonando metálico.

NOTA MENTAL: Aunque el pueblo conozca los hurtos y comisiones del patrón, su miedo hace que prefiera sacrificar su trabajo para mejorar su economía.

Autoayuda con dolor.


Iba siendo hora de que me librase de ellas. He preferido tomarme mi tiempo para pillarlas desprevenidas y perseguirlas en cada momento del día para acosarlas y apartarlas por fin de mi vida. Las he asesinado antes de que fuesen mis pequeñas manías las que me matasen a mí.

Se hacía casi ridículo esperar aquel minuto de rigor después de sacar el desayuno del microondas antes del primer sorbo. No entrar y salir de casa al menos dos veces sin asegurarme que el grifo del baño pequeño estaba cerrado, seguir bombeando sangre a mi cabeza cuando hacía recuento de cosas en mis bolsillos ante la menor sospecha de pérdida, o abandonar lo que acabé llamando manías ritual. Manías pre-examinales, entre las que se incluye la cara de asesino en serie dedicada a todo aquel que intentase robar mi asiento de autobús, dos filas tras de la puerta trasera, estratégicamente situado para tomar la curva en caso de emergencia. O aquella de meter a solas en casa los bolígrafos en el estuche en un orden determinado.

Puede que hoy, se convierta en el día en el que pude servirme agua en un vaso húmedo, volví a leer el periódico desde la portada y no desde atrás hacia adelante, o apunté con la alcachofa de la ducha a la coronilla; causante, y esto si que no puedo dejar de creerlo, de la mayoría de calvas fraile de los treintañeros de este país.

Aún es pronto para colocar los libros con los textos de las solapas enfrentados, poner la zapatilla derecha en la posición del zurdo antes de dormir, meter alguna tijera o sucedáneo en mi habitación en horario nocturno, torcer algo los cuadros, o dejar algún cajón abierto. Supongo Doctor, que la terapia de shock llevará su tiempo.



NOTA MENTAL: Los testigos de mi famosa estampita de exámenes, abstengan sus comentarios.