Arte de culto

Detrás de esa piel de ama de casa peinada para la ocasión, existen muchas inquietudes que a los demás se nos pasan por alto. Como cada año en Aste Nagusia, se sienta en el parque Etxebarria, encima de una bolsa de basura que ha traido en el bolso, y manda a su marido a comprar los bocadillos para toda la familia. Los niños, que ya han montado en las barracas saben que no es momento de bromas, ahora es su turno.
Odia a cualquiera que se siente al lado suyo y hable en alto, porque al igual que cuando toma el sol en la playa, ver los fuegos artificiales requiere una gran concentración, por eso engulle su bocadillo antes del primer petardo, porque solo ella sabe quien es la pirotécnica que concursa hoy, y las opciones que tiene.
Nunca está sola, siempre coincide con amigas que le dan la razón como a una profesional en el arte, si ellas tuviesen más años de experiencia podrían opinar, pero no es el caso, así que tendrán que esperar a que la Paqui aplauda, porque ella sabe cuando la cosa va bién y que "lo que ha fallado hoy era que no habia viento para quitar el humo".
Ella es la primera que aplaude cuando vé algo que a los demás se nos escapa, y la primera que se levanta de la hierva, porque sabe cuando el show ha terminado, y otra vez como siempre se indigna de que "los fuegos en Bilbao ya no son lo que eran". Probáblemente porque ya no bebe o fuma lo mismo que fumaba mientras los veía antiguamente.

La verdad es que a mi todos los fuegos me parecen iguales, excepto aquel año en Durango, donde los fuegos eran horizontales, y todos aplaudíamos efusívamente hasta darnos cuenta que no era la dirección prevista, y la gente se quemaba. No sé si este es la palmera, el gusano o el centurión estriado, pero me da igual, porque enseguida vendrá la traca, y hace ruido.

1 comentario:

PacoelFlaco dijo...

Aquí en Vitoria los fuegos siempre dan pena. Si la Paquita viniese, me parece que al día siguiente iría a acollejar al concejal de turno por sinvergüenza.