
Pierde los nervios con facilidad, y bajo presión es débil como una polilla. Para Itziar es todo un logro recordar que cenó anoche. Vive sola en un piso de estudiantes, pero aun así jamás ha sabido organizarse. Con pasos cortos pero rápida, vá de un lado a otro preguntando a la gente. Por eso cuando algo se ha perdido en la universidad, Itziar es la dueña perfecta.
Aunque lleve esas graciosas gafas de pasta mal graduadas, siempre se sienta en la primera fila y mira la pizarra como deszifrando un jeroglífico.
Denota intentos por rectificar comprandose agendas, o caminando mas despacio para no ser ella como siempre la que se cae por la escalera, o la que se mancha comiendo, pero aún asi, todo le pasa a ella.
La semana pasada acompañó a una amiga a comprarse ropa interior a una centrica tienda de Bilbao. La llamó minutos antes de acabar las clases, por eso aún llevaba esa mochila de montañero con gomas. Tras pasarse mas de media hora aconsejando a su amiga, y después de haber pagado la compra, salían justo de la tienda cuando la dependienta pegó un grito y empezó a reirse sin control. Itziar y su amiga se giraron para ver que pasaba, y descubrieron que eran ellas el foco de la risa. Itziar llevaba siete bragas con su percha enganchadas de la mochila.