
Saltando en una cama elástica con los pulmones mas tensos que los propios muelles, esperaba acabar su ejercicio y premiarse con una buena racción de patatas y hamburguesa con las que conservar esa descomunal papada. Se llama Connor MacCreaddi y su apellido no engaña, tiene apenas 8 años y dicen que en navidades llegó a pesar 100 kilos poniendo en extinción la reserva de pavos de medio Inglaterra.
La madre, indignada, no quiere que las autoridades le quiten a su hijo por ayudarle día a día a contraer enfermedades cardiobasculares, y nos hace comprender que nada puede hacer ella frente a los lloros a lo Darth Vader del caprichoso niño cuando se le niega uno de sus copiosos aperitivos cada 20 minutos. Esta peculiar madame del colesterol, daba a su "pequeño bebé" un biberón cada hora. Unos años después, le ayuda a vestirse por dos incapacidades: la del niño a moverse y la suya propia a educarle. Y es que debe ser duro psicológicamente carecer de autoridad frente a un mocoso barrigón que te llora, pesando el doble que tú y obligándote a proporcionarle su metadona lípida con ninguna sustancia verde en su contenido.
La madre, indignada, no quiere que las autoridades le quiten a su hijo por ayudarle día a día a contraer enfermedades cardiobasculares, y nos hace comprender que nada puede hacer ella frente a los lloros a lo Darth Vader del caprichoso niño cuando se le niega uno de sus copiosos aperitivos cada 20 minutos. Esta peculiar madame del colesterol, daba a su "pequeño bebé" un biberón cada hora. Unos años después, le ayuda a vestirse por dos incapacidades: la del niño a moverse y la suya propia a educarle. Y es que debe ser duro psicológicamente carecer de autoridad frente a un mocoso barrigón que te llora, pesando el doble que tú y obligándote a proporcionarle su metadona lípida con ninguna sustancia verde en su contenido.
A mi se me vienen a la cabeza esas tardes en las que para merendar o cenar tenía lentejas por haberlas rechazado en su momento, o mi cara de tonto frente a una tienda de caramelos cuando mis padres alzaban las cejas como negativa, o aquel oportuno soplamocos didactico cuando escupía las vainas. Aún así no tengo secuelas mentales, a parte de este blog.
Quizás antes los llantos eran menos audibles, o simplemente no se interpretaban como una amenaza de tus hijos a considerarte un mal padre como se hace en la actualidad por algunos de estos mansos monigotes con cara de padres.
Al menos estará trabajando para mantener a la criatura, porque esta vez si que no se si es mejor comprarle un traje o darle de comer.